La década "horrorosa" (2006 - 2016) para la cohesión social en España

Acabo de leer la memoria de Cáritas Española de los últimos 10 años (VER): 2006 a 2016. En ella se hace un resumen del deterioro de las condiciones de vida para una parte muy importante de los ciudadanos. En base a datos procedentes de las Encuestas sobre Condiciones de Vida (INE) y de los Informes FOESSA se va apuntando cómo se ha ido deteriorando la situación para muchas personas, demasiadas. Esta Memoria tiene el mérito de acompañar los datos de coyuntura y dinámica social con la respuesta que ha venido dando una entidad tan reconocida como Cáritas. Echo mucho de menos algo parecido del gobierno español, del gobierno de mi comunidad autónoma y de mi ayuntamiento. Así, lanzo tres preguntas:
  • ¿Qué han hecho (están haciendo) los distintos gobiernos para atender y ayudar a los perdedores (de siempre) y a los nuevos?
  • ¿Qué estrategia se está implementando para revertir esta dinámica de degradación de las condiciones de vida de muchas (cada vez más) personas?
  • ¿Qué respuestas, más allá de las paliativas-asistenciales, está dando el Trabajo Social ante esos hechos?
La Memoria recoge datos ya conocidos, pero no por ello dejan de impresionar (por lo menos a mí). Destaco algunos: 

Desigualdad:
  • Durante los años 2009 a 2014 el 20% de la población más rica ha perdido el 9% de su renta. El 20% más pobre ha perdido el 19%. 
  • La desigualdad medida por el índice GINI ha subido del 32,4 (2008) al 34,5 (2016)
  • Actualmente, el 10% de la población más rica acumula el 25% de la riqueza, el 10% más pobre acumula el 2%
  • El indicador 80/20 ha pasado del 5.6 (2008) al 6.6 (2016)
Pobreza y exclusión:
  • La tasa de pobreza ha pasado del 19.8% en 2008 al 22.3 % 2016
  • En 2008 el 11,7 % de las personas en situación de pobreza tenían empleo, en 2016 la tasa de trabajadores pobres ha subido al 14,1 %
  • En 2007 el 16% de las personas estaban en situación de exclusión (moderada o severa). En 2013 esta cifra se eleva al 25%.

                                                   Gráfico contenido en el informe

El deterioro de las condiciones de vida (pobreza y exclusión) junto con el incremento de la desigualdad da como resultado el retroceso de la cohesión social y con ella de la justicia social. 



¿Me ayudas o me controlas? Sobre la dificultad (imposibilidad) de compatibilizar la relación de ayuda con el control.

El pasado 19.20 y 21 de octubre se ha celebrado en Mérida el XIII Congreso Estatal y I Iberoamericano de Trabajo SocialAllí presenté una comunicación con ese título: ¿Me ayudas o me controlas? Sobre la dificultad (imposibilidad) de compatibilizar la relación de ayuda con el control. 

La comunicación pretende promover el debate sobre las estrategias y los roles que asumen las/os trabajadoras/es sociales, especialmente en atención social primaria, cuando se disponen a atender situaciones de pobreza y exclusión. 

En un formato un tanto provocador, intenté exponer algunas contradicciones. La primera, la que resulta de considerar el empleo como estrategia básica de intervención en materia de pobreza y exclusión, especialmente cuando paralelamente se gestionan ayudas económicas a las que se vincula con "una actitud activa" hacia el empleo. La segunda, que se haga coincidir en un mismo profesional los roles de ayuda (ante la situación de pobreza y exclusión) y de control. Es habitual pedir al profesional que establezca con las personas beneficiarias de las ayudas unos compromisos que el mismo profesional deberá comprobar (controlar) su cumplimiento y que vigile (controle) que se mantienen las condiciones que permitieron el acceso a las ayudas. 




No parece lógico que se encargue a la trabajadora/or social ayudar a las personas a mantener o recuperar sus condiciones de bienestar mediante la promoción y el apoyo psicosocial y, simultáneamente, se les encomiende que controlen si la persona a la que se pretende ayudar “quiere o no vivir del cuento” y hace todo lo posible por salir de su situación encontrando un trabajo, que en muchos casos no le garantizará ninguna salida. Parece razonable que para acceder a determinados beneficios sociales se solicite al aspirante que acredite, ante quien corresponda, que se está en una situación dentro de las establecidas para ser beneficiario; pero no parece tan lógico que se le exija probar que se hace todo lo posible por trabajar: buscar empleo, mejorar la cualificación, etc.  Los perceptores de ayudas económicas frecuentemente deben demostrar que mantienen determinada actitud o predisposición mediante la suscripción de una serie de compromisos (plan individualizado de inserción) que van más allá de ser un buen ciudadano conviviendo pacíficamente en su entorno social, quedando sometidos, en muchos casos, a la interpretación subjetiva de lo que el profesional conciba por “normalidad” e “integración”. 

En este sentido, cobra especial relevancia el artículo 7 del Código Deontológico de Trabajo Social, relativo a los principios generales de la profesión, especialmente los principios de respeto activo y autodeterminación. 

La comunicación concluye ofreciendo algunas alternativas y propuestas que permitan una adecuada atención a los usuarios y una eficaz respuesta al encargo de gestión justa y eficaz de prestaciones sociales.